Problemáticas:
En México la pobreza, ligada a la ignorancia, es una
realidad a todos como ciudadanos día con día.
En nuestro país más del 70% de la población es pobre y el
80% de ellos viven en la pobreza extrema. Muchos pueden ser los culpables de
esta situación, el gobierno, las empresas multinacionales, los patrones
explotadores y la carencia de trabajos, etc lo cierto es que nadie se hace
responsable mientras nosotros, el pueblo sufrimos las consecuencias.
La falta de educación en México es la raíz de todos los
problemas que agobian a nuestro país, incluyendo a la pobreza. La falta de
atención que el gobierno pone en los programas educativos, no solo en los de
las áreas marginadas, sino también en las áreas urbanas y suburbanas, y que se
hace evidente ante el alto número de personas analfabetas y desertoras de
escuela, influyen de manera directa en todas las carencias y dificultades que
ha sufrido y sigue sufriendo nuestro país.
La siguiente investigación está enfocada hacía estos
problemas en forma general. Durante el desarrollo de la misma se compararan
hechos y cifras que ocurrieron en el pasado con la situación de crisis actual
que vive nuestro país; y, aunque no se intentara buscar una solución, si se
plantearan propuestas para ello.
Aspectos
básicos de la pobreza
La pobreza es definida como aquella condición
caracterizada por la carencia de recursos, medios u oportunidades para la
satisfacción de las necesidades humanas mínimas, tanto de tipo material como cultural.
Cuando se habla de pobreza se hace referencia a un asunto delicado que se
vincula de manera estrecha con las posibilidades del bienestar y los horizontes
de la democracia. De ahí que la situación en que viven millones de pobres en
todo el planeta sea, quizá el tema que más preocupa a diversos gobiernos que
reconocen en el mismo una fuente potencial de desestabilización, violencia y
alteración de la paz.
Atendiendo a la definición, el pobre no puede
alimentarse, tampoco vestirse ni educarse.
Además no recibe atención médica
adecuada ni tiene acceso a fuentes de trabajo, al tiempo que su vida afectiva y
espiritual tiende a ser reducida.
Aunque hay tantas definiciones como enfoques se hagan de
la pobreza, por razones metodológicas resulta conveniente circunscribirla a la
carencia de recursos económicos.
Aquel que teniendo dinero no se vista ni tenga
un albergue adecuado para su familia y que no gaste en educación ni en
alimentarse o hacerse ver por el médico, no es un pobre, sino un pobre diablo,
un rico avaro.
Aunque uno crea en la formación integral del individuo,
en el desarrollo de la vida espiritual y en el disfrute de los bienes de la
cultura, pobre es quien simplemente quien por carecer de dinero o medios, su
lucha diaria es la satisfacción de necesidades biológicas y sociales mínimas.
La pobreza es, entonces la incapacidad de generar
recursos pecuniarios, es una falla para progresar de una manera socialmente
aceptable, con el dinero como una especie de vía final común.
Los pobres son muy eficientes en reproducir más pobres y
por tanto la ayuda estatal y comunal se diluye en un mar de necesidades
insatisfechas. A menudo se dice que "la plata jala plata" lo cual
tiene mucho de cierto, pues invierte quien tiene medios; y a la inversa, la pobreza
crea más pobreza. Así, entre más tiempo pase, el problema se hará más severo,
como ya se observa el caso de la miseria extrema y riqueza opulenta. En nuestro
país. El perfil de bienestar del país se está acinturando al tiempo que engrosa
su extremo inferior, ante la mirada indiferente de quienes ocupan el estrato
superior.
Si todos los pobres del mundo, que son mayoría, desearan
vivir como una "ideal clase media", nos encontraríamos con la ingrata
sorpresa de que haría falta otro planeta gemelo de la tierra para satisfacer
las necesidades materiales de los moradores de este mundo.
Cada etapa del desarrollo histórico de la humanidad ha
tenido un elemento clave de la producción de riqueza: la población para tener
mano de obra, el territorio para la extracción de productos primarios o la
tecnología para la elaboración de bienes y servicios con alto valor agregado.
Una situación tan grave no puede continuar. La
marginación de muchos debe ser atendida de inmediato a través de políticas
públicas que verdaderamente atiendan las causas estructurales que concentran la
riqueza en unas cuantas manos y generan la pobreza de la mayoría. Ante un
escenario de esta naturaleza, en el que la dignidad del hombre tiende a
diluirse, es urgente e impostergable que la comunidad internacional reactive
sus esfuerzos en favor de una nueva agenda del desarrollo. Es urgente, sobre
todo, que lo haga a la luz del reconocimiento del fracaso de las políticas de
combate a la pobreza que se concibieron a partir de la óptica distributiva
neoliberal. Si realmente se quiere atender este fenómeno entonces debe
trabajarse con toda seriedad. Experiencias recientes, y sobre todo en el caso
mexicano, indican que deben evitarse acciones que atienden la pobreza de manera
focal y transitoria o con criterios de emergencia. La respuesta la tienen los
gobiernos. Ellos tienen la delicada responsabilidad de diseñar nuevas políticas
de combate a la pobreza, políticas que ya no pueden seguirse concibiendo como
parte de todo un razonamiento vinculado a la economía de mercado. En cualquier
caso, estas políticas deben partir del supuesto de que la pobreza refleja
insuficiencias estructurales que deben ser corregidas desde su base para evitar
que en el mediano y largo plazo el hambre, la desnutrición y la falta de oportunidades
de muchos, se conviertan en factor de desestabilización social.
La pobreza que padece gran parte de la población es
preocupante por su magnitud y persistencia. Los frutos del progreso se
distribuyen sin equidad. El costo de las crisis y los ajustes es absorbido
principalmente por los sectores empobrecidos de la sociedad.
Las señales más visibles y dramáticas se observan en el
desamparo de la población infantil, en los contingentes de jóvenes sin
perspectivas, en las familias desintegradas, en la violencia delictiva y en la
falta de atención a los grupos más vulnerables.
La pobreza como encuadre de la vivencia excluida de
millones de personas, determina la libertad de los que en ella viven al
limitarles la satisfacción de las apremiantes e impostergables necesidades que
demanda la vida. Esta situación crónica de no libertad propicia una condición
que podríamos denominar como esencialmente vulnerable, al verse las
personas en
la necesidad de realizar diversos intentos de engañarla y superarla.
¿Qué
es la Pobreza?
La Pobreza es una situación en que no es posible
satisfacer necesidades básicas, por eso la pobreza está ligada estrechamente al
empleo, a los ingresos de trabajo o a la distribución de los recursos o el
patrimonio, el analfabetismo y la falta de educación es una de las principales
consecuencias de la pobreza.
Puede ser vista, y sobre todo, operacional izada, como
infra consumo debido a insuficientes o inestables ingresos.
La pobreza, es uno de los principales problemas socio
económicos que enfrenta nuestro país, en especial, en las áreas rurales.
Son muchos los factores y situaciones que generan
pobreza, y por ende, medirlos para poder luego formular o diseñar programas que
permitan su control, solución o alivio, se ha convertido en la principal preocupación
de los diseñadores de políticas sociales y económicas.
¿Qué
es ser pobre?
Ser pobre es un término impreciso, con importantes
variaciones históricas en cuanto a los niveles de acceso al consumo, la
salubridad, la educación y el ocio que definen lo que es la pobreza. Ser pobre
tiene un significado determinado por la sociedad en que se vive y su
experiencia histórica.
No es lo mismo ser pobre en una sociedad rica, que serlo
en un país periférico; también es distinto ser un pobre productivo y autosuficiente,
por ejemplo un campesino del tercer mundo, a ser un pobre enteramente
dependiente, parasitario, como tienden a serlo los pobres urbanos de los países
industrializados.
Lado a lado con la pobreza económica, existe, en
paralelo, una pobreza política.
Generalmente los pobres no participan en los procesos de
toma de decisiones, tienen dificultades para expresar sus intereses y ser
oídos, tienen poca fuerza de negociación. Esta debilidad se acrecienta día con
día en tanto que los pobres parecen cada vez menos necesarios. Los pobres
(trabajadores de antes eran necesarios); los nuevos pobres (inactivos)
dependientes tienen crecientemente como la única carta restante su capacidad de
estorbar.
Dentro de su indefinición la pobreza varía en
connotaciones; sus significados implícitos y emocionales son también variados y
de la mayor importancia. En los últimos años se ha dado un intenso combate
ideológico que, una vez más, los pobres parecen haber perdido. Los pobres han
perdido su derecho y su posibilidad de ser pobres y lo que antes podía ser una
pobreza digna ha sido confundida con la miseria.
Se trata de una pérdida ideológica, de la mayor
importancia, pues le cierra a la humanidad entera la única salida posible, la
de la dignificación de la pobreza y nos arroja en un camino sin salida; la
aspiración fantasiosa a la universalización de niveles de vida basados en el
derroche energético y la destrucción del medio.
El cambio de significado de la pobreza es evidente. En
los años cuarenta era posible que los actores populares mexicanos presumieran,
en sus películas, de pobres. Eran pobres "pero honrados"; eran pobres
trabajadores, autosuficientes, dignos. Las películas podían pregonar que el
dinero no daba la felicidad y que se podía ser feliz y pobre al mismo tiempo.
Era, evidentemente, un cine orientado a las masas.
Amplios grupos de población disfrutaban del amplio reparto de tierras y de los
avances de la organización sindical e institucional de los años treinta. Con
empleo y un ingreso modesto; con agua entubada y electricidad; con salud y
acceso de los hijos al sistema escolar, todo parecía haberse conseguido.
Tratar de obtener más, mucho más, implicaba, en la moral
popular, la pérdida de los valores, de la honestidad, en aras de conseguir lo
superficial, lo que no garantizaba la felicidad; esta última necesariamente más
vinculada a la firmeza de la familia y la comunidad, asentada en el pueblo
rural, el barrio urbano o la vecindad.
Tal vez la imagen era idílica. Lo importante es que era
aceptada por la mayoría de la población. Se trataba de un cine de masas que no
corría a contrapelo del sentido popular. Los que veían la película no se
rebelaban ante el mensaje del héroe; parecía aceptable ser pobre, honrado,
trabajador, vivir modestamente y ser feliz. Era aceptable, sobre todo, porque
era la situación de casi todos.
La misma película se encargaba de explicar las
excepciones: los ricos eran los puntos negros del arroz; su riqueza era de
origen dudoso; su trato hipócrita e interesado, su comportamiento guiado por
las apariencias, su vida familiar sin valores; sus esfuerzos por conseguir lo
superfluo y vivir interesados en las apariencias desembocaban en la
infelicidad.
El ideal de pobre, era un pobre trabajador y honrado; la
vida todavía ofrecía recompensas, modestas desde la perspectiva actual, a la
constancia en el trabajo. Ofrecía, por lo menos, trabajo. Pero el pobre ideal
seguía siendo pobre y la película no nos imponía un final feliz en el que el
pobre dejara de serlo; al final era simplemente un pobre que, a pesar de
contratiempos y vicisitudes, podía sentirse satisfecho de sí mismo.
La propuesta no era absurda ni novedosa; recogía una
herencia de siglos durante los cuales el cristianismo había pregonado la
pobreza como ideal. Recordemos aquello de que era más fácil que un burro
hablara a que un rico entrara al reino de los cielos. El reino de Dios era para
los pobres.
Algunas órdenes religiosas, los menos, todavía recogen
esa tradición y sus integrantes aceptan, incluso buscan voluntariamente vivir
en la pobreza. Pero ¿de cuál pobreza hablan?
De una pobreza que no es miseria,
ni hambre; sino simplemente tener una alta satisfacción personal en un nivel de
vida modesto, ajustado a lo necesario, y con aspiraciones y logros definidos
por valores no económicos.
El combate ideológico sobre la pobreza
Pero algo ha cambiado en los últimos años. En México, en
los países centrales y en las grandes instituciones financieras, se ha
convertido a la pobreza en un término peyorativo.
Pobreza y miseria se han
vuelto indistinguibles una de la otra y ahora se trata de combatir ambas como
si fueran lo mismo y como si todos pudiéramos ser ricos. Se combate a la
pobreza en una batalla que, por no definir objetivos precisos (nutrición,
salud, autonomía, dignidad, etc.), amenaza convertirse en un propósito absurdo
e incluso suicida.
Se ofrece, implícitamente, un sueño a millones de seres
humanos: ser "no pobres". Pero, ¿qué entiende el pobre con dejar de
ser pobre?. Cuando el discurso promete acabar con la pobreza parece haber una
promesa que a los oídos del que escucha puede significar muchas cosas, pero que
sin duda se asocia a las nuevas imágenes de la televisión: los arquetipos de
triunfadores, el consumo de las clases medias industrializadas, incluso el
"American way of life".
Las imágenes que ofrece la televisión de los
norteamericanos "pobres" los muestran con electricidad, teléfono y
refrigerador; su ropa parece adecuada y los hijos van a la escuela.
Bueno,
hasta carro tienen. Por demás decir que cuentan con agua corriente en sus
hogares y no parecen desnutridos. Obviamente los norteamericanos "no
pobres" se encuentran todavía mejor (computadora, microondas, videojuegos,
etc.). Entonces, ¿cuál es el estándar que se ofrece al prometer la erradicación
de la pobreza?
Las dificultades de definir a la pobreza y a los pobres
han sido grandes. Definir lo que se ofrece como un nivel de vida "no
pobre", es imposible.
El discurso ideológico que pregona el progreso y la
modernidad, que ofrece acabar con la pobreza y deja a la televisión esbozar
constantemente la promesa del consumo inalcanzable, nos roba la posibilidad de
una pobreza digna y satisfecha a cambio de un engaño.
El cambio en los valores (imágenes que imponen los medios
masivos), es brutal: del pobre honrado y trabajador hemos pasado al pobre
fracasado por estúpido e ineficiente; del rico sin valores, al triunfador cuyo
triunfo lo justifica todo, incluso el consumo más absurdo y derrochador de
recursos que son, finalmente, patrimonio de la humanidad.
Hoy en día la norma que se impone es ser rico; es
inaceptable ser pobre. La satisfacción interior que daba el orgullo del propio
trabajo, la rectitud en la vida, la unidad familiar, se desvanece ante la
urgencia de alcanzar el disfrute de un consumo cada vez más sofisticado e inaccesible.
Lo peor es que no parecen caber en el planeta dos estilos
de consumo y de vida; la difusión del estilo de consumo de los ricos exige el
monopolio y se expande en las élites periféricas (siempre será de acceso
minoritario) destruyendo la viabilidad y la dignidad del consumo de los pobres
que quedan sin la posibilidad de seguir trabajando y viviendo como antes y sin
acceso a la modernidad. Se les construye un limbo configurado por los programas
de asistencia social.
El pobre de los años noventa se siente necesariamente un
rezagado; alguien que quedó atrás cuando todos los demás lograron avanzar y
parecen estar disfrutando los beneficios del progreso y el consumo moderno. Lo
muestra en sus imágenes la tele, y no puede sino repetir constantemente la promesa
implícita porque otra cosa sería revelar el engaño del fin de la pobreza. Es
posible, si, acabar con la miseria; pero no ofrecer que pronto todos
accederemos al consumo depredador.
En México traemos arroz de Filipinas, kiwis de Nueva
Zelanda, piñas enlatadas de indonesia, galletas de Grecia y atún para gatos de
los Estados Unidos (quien lo dijera). Eso es posible por el precio absurdamente
bajo de los energéticos, por medio del cual la humanidad hipoteca su futuro
para sostener el consumo derrochador de unos cuantos y hacer a un lado a los
pobres locales (que podrían producir arroz, kiwis, piñas y atún dentro del
mismo país). El anzuelo del fin de la pobreza ha servido para distraernos del
problema de fondo, la glorificación del consumo ilimitado y el derroche absurdo
de los pocos.
Cada día hay más pobres (miserables) dependientes. No
son, por desgracia, aquellos pobres dignos, trabajadores, autosuficientes que
podían ser el sustento de una sociedad democrática. Más bien son los nuevos
pobres miserables, desempleados o sub ocupados, insatisfechos, encandilados por
el faro de una modernidad que los reduce a la improductividad y a la pérdida de
sus recursos individuales y colectivos. Pobres que buscan trabajo y se les
ofrece caridad; sus capacidades no son únicamente redundantes, sino incluso
estorbosas. El mercado ha sido rediseñado solo para los productivos y
eficientes, los modernos, los que prestan a los pobres para una nueva dosis de
consumo moderno a cambio de las escrituras de sus derechos a la propiedad, la
producción y la autodeterminación.
Los pobres son más, pero parecen menos en su presencia
social, en su capacidad para incidir en el rumbo nacional, en sus apariciones
en la televisión, en la que se asoman como marginados, fracasados o
antisociales. Son menos porque se han quedado sin discurso y sin rumbo propio;
el mensaje de la modernización es apabullante.
El embate no ha sido neutro. Los pobres, la mayoría de la
humanidad (no los verdaderamente miserables) han perdido la batalla ideológica
en torno a la pobreza; es decir que han perdido la posibilidad de definir su
forma de producir y consumir. Esta derrota ha facilitado el inutilizar sus
capacidades y recursos ("no competitivos"), destruir sus redes y
mecanismos de intercambio (familiares, comunitarios, extra mercantiles, solidarios)
y orientarse progresivamente al modelo de producción, de consumo, de cultura y
de vida asociado a la industrialización masiva.
¿Cómo
se mide la pobreza?
La Pobreza un concepto muy amplio como Fenómeno Social
asociado al grado de bienestar logrado por una Sociedad Determinada, cuya
percepción evoluciona en el tiempo y entre
Sociedades, en relación de un
Desarrollo diferenciado.
Se puede asociar la pobreza con un estado de
insuficiencia en el Nivel de Vida o la carencia de lo necesario para el
sustento de la Vida; manifestándose en múltiples signos como sub-consumo,
desnutrición, condiciones habitacionales inadecuadas, bajo nivel educativo,
falta de mercado laboral, insuficiencia de ingresos, ausencia de oportunidades
y perdida de capacidades.
Delegaciones
con mayor problema de pobreza:
Milpa
Alta: 91.53 por ciento
Tláhuac: 85.91
por ciento
Iztapalapa:
82.55 por ciento
Xochimilco:
81.15 por ciento
Gustavo
A. Madero: 74.45 por ciento
Venustiano
Carranza: 73.45 por ciento
Magdalena
Contreras: 72.62 por ciento
Iztacalco:
70.92 por ciento
Álvaro
Obregón: 70.09 por ciento
Azcapotzalco:
69.43 por ciento
Tlalpan:
68.46 por ciento
Cuauhtémoc:
65.46 por ciento
Cuajimalpa:
61.76 por ciento
Coyoacán:
57.22 por ciento
Miguel
Hidalgo: 56.66 por ciento
Benito
Juárez: 35.72 por ciento
De acuerdo con el Censo General de Población y Vivienda
de 2000
Alternativas De solución:
El gasto público es una variable que juega un papel
sustancial para la economía, lo es porque se traduce en recursos públicos o
buen financiamiento, mismo impactará tanto al desarrollo nacional, como al
regional, sin embargo el asunto se torna de una manera compleja y
contradictoria cuando encontramos que a Estados como Puebla se les asignan
recursos significativos, y no por ello el impacto en el desarrollo se traduce
en un mejor panorama económico, social político, etc. Por eso este análisis
preliminar, permitió dilucidar esta situación, y en base a datos del INEGI se
detectó el problema que enfrenta la economía del
Estado de Puebla, que si bien
frenan el papel del desarrollo regional, dados los altos niveles de gasto
corriente; con el análisis comparativo, se puede concluir por una parte que la
falta de financiamiento público es un obstáculo para destinar inversión en
políticas públicas, mismas que pueden ser una alternativa para combatir la
pobreza en México, en si el Estado presenta esa limitante de financiamiento
para el Desarrollo Regional.
Con los altos índices de rezago social y marginación, se
reitera una vez más la necesidad de conducir el gasto público a la inversión en
políticas públicas; por otra, parte la propuesta para la nueva agenda del
desarrollo en Puebla debe estar orientada hacia un mayor gasto de capital como
una solución integral, autosustentable y humanista, sabemos parafraseado a Douglas
North que los cambios no será de un día para otro de manera significativa ,
serán graduales , lentos y tortuosos, pero debemos empezar a mirara mas al
interior del estado, al interior de las regiones de México.
Conclusiones:
Mis conclusiones son que la pobreza en México es un
problema demasiado grave, por el echo de que por cada porcentaje de personas
bien económicamente hay muchas más en la pobreza y pobreza extrema en México
simplemente con las estadísticas tomadas, este país es un país sub desarrollado
por que por que apenas y tiene una economía estable, mantenida por los
trabajadores, desde los obreros que ganan el mínimo y muchas veces ni eso ganan
hasta los técnicos, especialistas, etc. El punto es que este México se decae
por que la gente pesada ósea políticos, senadores, empresarios, y ejecutivos de
alto rango, solo gastan dinero a no poder mas por que ellos no tienen de que
preocuparse, pero vamos a provincia, la pobreza es mas extrema por el echo de
que no se industrializan, pero en zonas turísticas, de comercio Etc. La
economía se encuentra en un nivel alto ya que entran muchas ganancias para esa
gente, pero en zonas rurales como colonias ejemplo de la delegación Gustavo A.
Madero la pobreza se agranda cada ves mas por que la gente no inculca el habito
del estudio a sus hijos y en vez de que sus hijos crezcan en sus estudios,
muchos prefieren salirse y concentrarse en la delincuencia o en trabajar a muy
temprana edad y no terminar la escuela, haciendo que por eso la pobreza siga
creciendo en México tanto en zonas rurales como en residenciales.